102.  Estoy Aquí

La presencialidad como indicador de vida.

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      Creo que nunca antes en la Historia de la Humanidad como en este año 2020 las personas estuvieron más atentas a su presencia en el mundo. Es que la amenaza de desaparecer (uno mismo y todos los demás) a consecuencia de la pandemia de C-19 que nos asuela parecería haberse vuelto por estos tiempos no una, si no la principal preocupación. Y esto se debe, en gran medida, a que el contacto físico  ha tenido que ser sustituido (esperemos que no definitivamente) por un “contacto” virtual.

      Pero ¿por qué parece ser tan importante la presencia de alguien más a nuestro  alrededor? En primer lugar porque la presencia es certificadora de “vida”, en contraposición con la ausencia, que significa a su vez “muerte”. Por otra parte, “el otro” es un álter ego de nosotros mismos; es el “espejo” en el que nos reconocemos como semejantes.

      Exceptuando el ascetismo religioso voluntario, la mayoría de nosotros prefiere estar “en presencia” de otros porque ese es el indicador irrefutable de que (aún) existimos en el mundo (o sea, que hay por lo menos alguien, distinto de nosotros, que lo puede testificar). De otro modo, no seríamos otra cosa que fantasmas. 

       Sin embargo, existe otro factor que hace que nos intranquilicemos al estar alejados físicamente de las demás personas. Tiene que ver con que el “contacto” virtual es fantasmático, es decir que no polariza nuestro cuerpo como lo hace, en cambio la presencialidad.

      La Fuerza de Gravedad (que, según la Ley de Gravitación Universal afecta a todos los cuerpos con masa) interviene en nosotros tensionándonos en relación a otros cuerpos (en particular, de personas), aunque no nos demos cuenta. Esta fuerza gravitatoria atrae más, o atrae menos, en función de la masa de los cuerpos en cuestión y también de su alejamiento o su proximidad. 

      Al mantenernos alejados unos de otros (por la emergencia sanitaria), el efecto gravitacional entre las personas parecería haberse debilitado. Es como si alguien hubiera desenchufado de golpe la máquina que hasta ese momento nos impulsaba a vivir, haciendo que la cuarta fuerza fundamental(1) de la Naturaleza se retrajera, privándonos de su efecto colateral de cohesión y aglutinación.

      Esto nos ha sumergido en una profunda ansiedad. Porque, sin posibilidades de chocar nuestra masa con la de alguien más, nos sentimos flotar suspendidos en el aire, sufriendo como almas en pena que vagan en solitario por el espacio (más que nada, cibernético), carentes de un magnetismo orientador y sin una mano amiga de la cual asirnos.

      Por otra parte, cada ser humano, cual discreto “quantum” de energía, vive intercambiando la suya propia con la de los demás, logrando variadas combinaciones energéticas que son las que impulsan el desarrollo del mundo. Y el constructo social se basa en eso. Entonces, al mermar esa alianza físico-energética entre los cuerpos, es normal que nos sintamos verdaderos huérfanos sociales. Es decir, si la Sociedad es de alguna manera la “madre” de todos los vínculos humanos, hoy nos sentimos fuera de su manto cobijador. Por eso nos sentimos solos.

      ¿Qué es lo que hoy extrañamos? Extrañamos la sociabilidad, es decir todos aquellos intercambios a los que estamos acostumbrados y que nos identifican y definen como personas. Echamos de menos el susurro en el oído, la discusión acalorada, la sensación en la piel al tacto de otro ser humano, el ambiente de la oficina, las ruedas de amigos, la emoción de las muchedumbres, las oportunidades de seducción, las expresiones faciales (ocultas por las indispensables mascarillas), las reacciones en cadena (como las sinergias silenciosas y las miradas cómplices), las acciones multitudinarias (como el grito de gol en una tribuna abarrotada o el aplauso en un teatro colmado de público). 

      Pero no debemos impacientarnos. Si en este momento crucial debemos  mantener responsablemente una prudente, profiláctica distancia física, debemos  ser conscientes de que eso es necesario para aumentar las chances de  reencontrarnos sanamente en un futuro que, con la colaboración de todos,  esperamos sea lo más cercano posible.

 

Nora G. Sisto
1 de agosto, 2020

 

(1)   En la Naturaleza parecerían existir cuatro fuerzas fundamentales, responsables de todas las interacciones en el Universo: la fuerza gravitacional, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte.