132.  Niños sin Roca

El significado de la contención familiar

 

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      En la época de las cavernas, la roca protegía a los hombres (y a otros animales) ante la crudeza del mundo. Comunidades enteras se refugiaban en aquellos grandes o pequeños edificios horadados en la piedra, posiblemente porque su concavidad de reminiscencia uterina y su dureza infundían una incomparable  sensación de invulnerabilidad. Además, la energía de la roca parecía embeber a sus moradores embraveciéndolos frente la maldad exterior, ya sea que ésta se presentara en forma de lluvia, rayos y truenos, así como de alimañas (con forma de hombres, o no).

      Más tarde, al ir evolucionando las formas de convivencia y socialización, la mítica caverna fue mutando, llegando a transformarse en lo que hoy conocemos como casa-habitación (y más románticamente como “hogar”). Sin embargo, en la mente humana —de evolución infinitamente más lenta— continúa existiendo, en su sitio más recóndito, aquella sensación primitiva de cobijo, sensación inigualada por cualquier otra vivencia que nos pueda tocar.

      Igual que un “gen” cultural, la visión de la familia humana reunida evoca aquella cohesión que es propia de un sólido bloque de seguridad. Y también el fuego —como alegoría del dominio del hombre sobre el mundo— continúa presidiendo la hondura más profunda de nuestra mente, ahora actualizado como “calor de hogar”. La idea de la reunión en torno al fogón o la mesa familiar (en donde se comparte la comida y las personas pueden mirarse frente a frente), permanece entonces incrustada desde hace siglos en nuestro imaginario inconsciente, consolidada  como un conveniente y necesario  ritual.

      Los tiempos cambian pero la mente humana no olvida fácilmente, y por eso, a pesar de las múltiples transformaciones que ocurren en su entorno no ha cedido, no cede (y posiblemente a corto plazo tampoco cederá) a desprenderse de aquellos archivos ancestrales que en algún momento de la Historia apuntalaron a los hombres para que pudieran llegar a convertirse en los especímenes más poderosos del reino animal.

      El hogar y la familia (ya sea biológica, adoptiva o social) son la ROCA del niño, y no es humano negársela. Cada niño necesita experimentar la contención de esa roca para aprender a crecer, porque percibiendo en qué forma ésta lo protege de las inclemencias, le es posible no solo experimentar formas de hacer frente a las adversidades, sino aprender que su vida es algo valioso que vale la pena de ser resguardado. Pero para esto no alcanza con que ésta sea cálida y acogedora, sino que debe ser sólida y compacta, ya que si se desmenuza fácilmente convirtiéndose en arenisca no servirá nunca como molde de crecimiento o estructura de sostén.

 

Nora G. Sisto

Noviembre, 2021